El investigador joven del Núcleo Milenio de Formación Planetaria e investigador postdoctoral de la Universidad de Valparaíso Juan Carlos Beamín, opina sobre la hipótesis de la Tierra plana debido a las notas de prensa que han aparecido estos días en algunos medios nacionales.
Estamos en una época de información y de avances tecnológicos. Podemos instruirnos en cualquier parte a través de nuestros dispositivos móviles, revisar Facebook e Instagram sin cuestionarnos, muchas veces, cómo se almacena esa información o podemos hablar con alguien que está a miles y miles de kilómetros aunque no sepamos explicar cómo se transmite su voz hasta el otro lado del planeta. En tiempos donde hay tanta información y tantos actores transmitiendola a través de los diversos canales, puede que a veces sea complejo discernir sobre la exactitud de esta, y si, además, no entendemos algunos conceptos utilizados para transmitir ciertos mensajes, podemos ceder a la tentación de aceptar explicaciones más simples, pero completamente falsas.
Por ejemplo, desde tiempos remotos sabemos que la Tierra es en realidad una esfera. Sin embargo, un “erudito” del siglo XIX puso en duda esta verdad y hoy existen personas en diversas partes del mundo que señalan que la Tierra es plana (¡sí, plana!) y consideran que decir que la Tierra es una esfera enorme es la “conspiración y mentira más grande de la historia”.
Es interesante notar que desde tiempos de la literatura bíblica se ha aceptado que la Tierra es redonda o esférica y que cuelga sobre nada (puede encontrar referencias a estos en la misma Biblia en el relato de Moisés y el profeta Isaías en Job 26:7, Job 26:10 e Isaías 40:22). Grandes pensadores griegos como Pitágoras, Aristóteles y Platón ya describían a la Tierra como una esfera, pero fue sin duda Eratóstenes quien dio un paso más allá y no sólo confirmó dichos pensamientos sino que también midió el diámetro terrestre e incluso dijo que la Tierra estaba inclinada en su órbita.
En los siglos venideros y por toda la edad media se aceptó a la Tierra como un globo o esfera, tanto por los sabios cristianos como musulmanes. Sin ir más lejos, estos últimos desarrollaron parte de la trigonometría esférica para poder calcular con exactitud la posición de la Meca y así realizar sus plegarias diarias. Siglos más tarde, los navegantes Hernando de Magallanes y Sebastián Elcano dieron prueba definitiva de la esfericidad de la Tierra pero Isaac Newton fue aun más lejos y demostró que nuestro planeta no es perfectamente esférico, sino que tiene los polos achatados. Y, finalmente, cada uno de los astronautas que ha salido de la Tierra vuelve con un sin número de fotos de nuestro planeta, donde, además de apreciar su majestuosidad y esa delgada capa que la rodea y que nos mantiene con vida, podemos notar su gloriosa esfericidad.
Negar la esfericidad de la Tierra sin tener un argumento sensato y de peso no es sólo negar milenios de sabiduría humana, sino que ir en contra de todas las leyes de la naturaleza que podemos medir y demostrar. Estas mismas leyes que nos rigen nos permiten tener toda suerte de tecnología, como los teléfonos, Internet, o un GPS.
A pesar de que en nuestro diario vivir no vemos a la Tierra como algo esférico, existen decenas de experimentos, observaciones y experiencias que nos permitirían demostrarlo. Por nombrar algunos, medir la sombra que genera un palo a la misma hora desde lugares distintos de la Tierra, nos demuestra que el planeta no es plano, notar que las estrellas que son visibles por la noche en los dos hemisferios son distintas, nos demuestra lo mismo. También lo hacen la proyección de la Tierra en la Luna durante un eclipse y el hecho que el Sol, la Luna y todos los demás planetas sean también esféricos. Esto último debería darnos suficiente material para concluir que vivimos en la más especial de todas las esferas que podamos imaginar.
PhD. en Astrofísica
La imagen de la Tierra que acompaña a esta columna fue tomada por la NASA durante la misión Apolo 8.